Perfil de Margarita Alexandre y Rafael Torrecilla
La atractiva singularidad de la obra de Margarita Alexandre (y Rafael Torrecilla) –Medalla de Honor de la Asociación Española de Historiadores del Cine (AEHC) en 2004—no estriba tanto, aunque también, en la circunstancia de tratarse de una de las primeras directoras (y productoras) del cine español (solamente le precedieron Helena Cortesina, Rosario Pi y Ana Mariscal – directoras y productoras en 1921, 1935 y 1952, respectivamente – ) sino el hecho de que su discontinua obra (sustanciado su trabajo como realizadora con Torrecilla) exhibiera una apenas disimulada caracterización antifranquista.
En efecto, Margarita Alexandre (León, 1923) había comenzado desarrollando a partir de 1941, y en algunos casos bajo el pseudónimo de Margarita Sandra, una irregular carrera como actriz secundaria en el cine español, aunque tampoco faltó algún papel protagonista (Barco sin rumbo, Elorrieta 1951), hasta que interesada por el mundo de la realización, y de acuerdo con el crítico y ayudante de dirección, desde 1947 y para Antonio de Obregón, Rafael M. Torrecilla (Madrid 1927-2005) – con quien coincidió en el rodaje de Quema el suelo (Luis Marquina, 1952) – abordan un primer título, Cristo (1953), insólito ensayo sobre pintura que fue producido por la progresista Altamira (empresa, como se sabe, responsable del debut de Bardem y Berlanga). Sobre la marcha, el tándem Alexandre-Torrecilla crean una productora (Nervión Films) y adaptan, producen y dirigen, no sin padecer serios y esperables obstáculos censores, la adaptación de una novela de la falangista disidente (del franquismo) Mercedes Fórmica: La Ciudad Perdida (1954); y un melodramático guión ajeno que en sus manos se convierte en una poco edificante (para la clerigalla oficial) consideración del deseo femenino. Sus siguientes producciones fueron, elocuentemente, un título del procomunista Antonio del Amo (Nada menos que un arcángel, 1958), y un guión del también comunista Alfonso Sastre (Un hecho violento, Forqué, 1958). Y mientras se encontraban enfrascados en la preproducción de El cochecito azconiferrerriano, y de camino hacia México a la búsqueda de coproductores, aterrizan en una La Habana inicialmente revolucionaria lo que les impulsa, en radical ruptura de perspectivas, a adherirse al sistema revolucionario y permanecer en Cuba.
En el cine cubano Margarita Alexandre impulsó de forma decidida y enérgica la transformación profesional de las hasta entonces meramente funcionariales y rutinarias tareas de Producción Ejecutiva, y trabajó desde 1962 para cineastas tan significativos como Tomás Gutiérrez Alea, Jorge Fraga, Manuel Octavio Gómez o Hugo Ulibe, hasta que en 1967 dedicose a gestionar Teatro Musical, y en 1972 regresó a Europa donde consagró sus energías a la laboriosa y prolija puesta en pie de lo que acabaría siendo Operación Ogro (1979), film del conocido cineasta de izquierdas italiano Gillo Pontecorvo, sobre un libro escrito, al parecer con pseudónimo, por Eva Forest, esposa y compañera de fatigas políticas del dramaturgo Alfonso Sastre.
En fin, carrera, con y sin Torrecilla, la de Margarita Alexandre, breve, pero sugestiva y anticonvencional.
Julio Pérez Perucha
Enero, 2007.