Laudatio de Román Gubern

POR MANUEL PALACIO

Querido Presidente, apreciado maestro Román Gubern, consocios y consocias, amigos y amigas.

Quisiera empezar diciendo que hay algo contradictorio en el presente texto de reconocimiento: se supone que una laudatio forma parte de un género literario que tiene como condimentos básicos, en primer lugar, la alabanza del trabajo del homenajeado y, en segundo, una cierta pedagogía de su labor;  mixturas estas concebidas para ser degustada por un auditorio reunido en común acuerdo por el reconocimiento de la valía del homenajeado. Huelga decir que todo ello queda tamizado por la manera en que la subjetividad de aquel que elabora la laudatio transita por las vías de la grandeza científica o artística del que luego –en los más de los casos- le va a seguir en el uso de la palabra

Sin embargo, comprenderán Uds. que en este caso la misión es de enorme dificultad. Me explico:

En otro foro, la laudatio debería obligatoriamente comenzar recordando que el profesor Román Gubern ha publicado desde 1965 la cantidad de treinta y dos libros, algunos de ellos traducidos a diversas lenguas europeas; ha firmado más de doscientos artículos; otras tantas colaboraciones en libros colectivos y varias decenas de prólogos a libros. Sin sombra de duda ese volumen de producción le convierte en el historiador más prolífico de la historiografía del cine en España; y mucho más importante, añado, en el mayor repercusión en la comunidad de estudios fílmicos española.

Incluso, es probable, que en algún momento en la laudatio debería de añadirse que Román Gubern ha sido, asimismo, argumentista, guionista o realizador de diversas obras audiovisuales como largometrajes o series de televisión (la última, por cierto, El ojo y la palabra, de TVE basada, igualmente en un libro suyo). Y hasta podría concluirse afirmando que probablemente Román Gubern, en un ejemplo modélico e innovador de transferencia del conocimiento a la sociedad, es el único historiador cinematográfico español que posee una página oficial www.romangubern.com, que obviamente les invito a visitar.

Pero lo cierto es que una laudatio de esas características, abstrayendo pues de nuestro auditorio presente, el Congreso de la Asociación Española de Historiadores de Cine, sería de un nivel notable de estulticia. En suma que como se lee en el Soneto de Repente de Lope de Vega, puedo afirmar:

“en mi vida me he visto en tal aprieto”

Para salir de él, quizá lo más sensato sea establecer un relato que de alguna forma establezca los motivos de gratitud. Empecemos, pues.

Recuerdo que conocí al maestro Román a finales de los setenta, en los primeros años de la Transición y la recién descubierta democracia. Me lo presentó y nos llevo a cenar a un restaurante me parece que filipino o tailandés, y repito que estábamos a finales de los años setenta, ese campeón del multiculturalismo gastronómico y por supuesto gigante de la historia del cine español llamado Julio Pérez Perucha

En aquel tiempo yo había leídos algunos libros de Gubern como McCarthy contra Hollywood: La caza de brujas, Un cine para el cadalso, El cine español en el exilio, Cine sonoro en la II República. Y desde luego, Gubern ya era comúnmente reconocido como una de las personas más importantes en el reducido espacio público cinematográfico español.

Sin embargo, no percibía la unidad de sus trabajos y el que a la postre, tacita a tacita, se estaba construyendo una de las grandes aportaciones que Román Gubern ha hecho en el ámbito de los estudios cinematográficos españoles. Ahora veo que buena parte de la producción del profesor Gubern tiene un hilo conductor que la recorre: me refiero a la reivindicación de la libertad en su estudio sobre la caza de brujas, sobre la censura, sobre el exilio o sobre la II República, en una España que se iba alejando del análisis de la República. Más tarde, ya lo sabemos, nos deleitará con otros volúmenes con el mismo pálpito como los que hablan de las relaciones entre la mirada y la sexualidad o la generación del ’27.

Afirmo, en suma, que su obra trasmite ese grito de libertad que sin duda fascinó a toda una generación que como la vida había pasado su infancia y juventud en el siniestro franquismo, y que empezó a leer sobre cine en los años setenta cuando las revistas de los sesenta como Nuestro cine u otras ya habían cerrado sus imprentas. Ese elogio de la libertad constituye el primer gran motivo subjetivo de gratitud.

Tal vez mis palabras suenen extrañas y en buena parte incomprensibles, por fortuna, para muchos y muchas de los que están en esta sala; supongo que son las ventajas de no tener que haber vivido en la ominosa dictadura. Alguien tenía que haber contado a los que se interesaban por la expresión fílmica la grandeza de la libertad y el oprobio que rodea a los que la persiguen. Y lo hizo magistralmente Román Gubern, que llegó a la cuarentena sufriendo los rigores del franquismo.

El segundo gran reconocimiento subjetivo pero también colectivo es su  Historia del Cine (publicada en su primera edición hace más de treinta años).

Pero una afirmación como esa tal vez llama la atención en este foro y necesita alguna precisión.

Todos sabemos, y el maestro Gubern mejor que todos nosotros, que no es su mejor libro: “un manualillo de divulgación por encargo editorial”, decía en una reciente entrevista. ¿entonces porque elaboro parte de esta laudatio sobre la Historia del cine?.

Pues muy simple con sus luces y sombras el libro de Román Gubern ha hecho comprender cuanto menos a dos generaciones de españoles el cine y su historia. O dicho con otras palabras, la lectura de la Historia del cine ha sido central para la ‘educación cinematográfica’ de varios miles de españoles. Ese es un valor socialmente tan destacado que no puede omitirse. Ya se las sombras y no es descortesía el mencionarlas: siendo la Historia del cine tan bien escrita, tan clara y concluyente cierra, apenas ha comenzado, la voluntad de saber cinematográfica de los lectores perezosos. De hecho, uno se imagina a Alfonso Guerra como un primer eslabón de político cinéfilo, y luego a sucesivos Ministros de Cultura y Directores Generales de Cinematografía de diversos gobiernos socialistas o del partido popular, dando por terminado su conocimiento cinematográfico una vez concluida la lectura del libro del profesor Gubern. Huelga decir que la pereza nacional no puede achacársela en el debe a Román Gubern, pues ésta conecta con procesos de calado profundo relacionados con la falta de legitimación social del hecho cinematográfico.

Reconozco que hace mucho que no abro la edición que tengo de 1971. Sin embargo, no dejo de reconocer algo del sabor de magdalena proustiana cuando veo el volumen segundo en las estanterías de mi biblioteca (ignoro donde ha ido a parar en las diversas mudanzas el volumen primero). Y hasta me enternecí cuando algunos de mis alumnos llevaron a una reciente conferencia que el profesor Gubern impartió en la Carlos III sus ejemplares para que se los firmara; supongo que a ellos, como a mi y como me imagino a todos los oyentes de esta laudatio, la Historia del cine les había abierto una  puerta por la que entraron y encontraron otros placeres. Gracias, Román

 

Manuel Palacio

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