Perfil de José Luis Borau

         A la Asociación Española de Historiadores del Cine le agrada conceder sus Medallas de Honor en reconocimiento a las aportaciones relevantes al desarrollo del cine español, y siempre que ello sea posible, a cineastas, entendiendo el término en la más amplia acepción del concepto que lo justifica. Es bien sabido, convencionalmente, que “cineasta” es el que hace películas, y, por reducción, el que las dirige o realiza. No obstante hay un numeroso grupo de actividades que tienen que ver con la realización de películas, o con el hecho de difundirlas, o de legitimarlas (en fin, todo aquello que conforma lo que llamamos “la institución cinematográfica”) que podría considerarse, sin forzar el concepto, como prácticas de cineasta. A tales prácticas, y a las figuras que con esfuerzo y honor las encarnan, les homenajea la AEHC cuando la ocasión es favorable. Figura de convicción de todo lo anteriormente expuesto sería el caso excepcional de José Luis Borau, Medalla de la AEHC el año 2001. De  manera sugerente y siempre oportuna, Borau ha oficiado y a veces simultáneamente como crítico, director (de cinema, de televisión), guionista, productor, actor, profesor, historiador (“dominguero”, según se califica él mismo con ironía; como si entre nosotros se pudiera ejercer regularmente esta actividad de una manera profesional), animador institucional (como presidente durante dos mandatos de la Academia de Cine…), editor…

         Y ante la imposibilidad de glosar en una presentación necesariamente breve una tan poliédrica y, diríamos, aurea figura, señalemos tres aspectos entre muchos otros que ahora podrían convocarse de su excéntricamente germinativa actividad.

  1. 1.Como director consigue el maridaje aparentemente imposible de la concisión expositiva del cinema clásico (señaladamente americano) con las raíces históricas de la cultura hispana, de matriz barroca, escénica y políticamente áspera (o resistente).
  2. 2.Como actor tan coyuntural como difícilolvidar, articula una presencia apacible con un ocasional descentramiento gestual y una mirada puntualmente alerta que nos indican escondidas tempestades interiores.
  3. 3.Como ciudadano creador aborda, de una forma subterránea y juguetona, prácticas maliciosas: si en los años 60, en plena construcción mediático-administrativa del llamado “Nuevo Cine Español” concluye impertérrito dos aceptables films de género (uno de ellos, en verdad, magnífico), en los 70 hará posible, en su triple faceta de productor/director/guionista, la existencia de algunos de los pilares fílmicos (verdaderas pruebas de resistencia) de aquel proceso recordado como “la transición política”: Mi querida señorita (1971), Furtivos (1975) y Camada negra (1977), para, sobre la marcha y sin inmutarse, adoptar de buenas a primeras y vengativamente el disfraz de hispanista (La sabina, 1979), y, a continuación e invirtiendo y retomando a la inversa prácticas habituales de Hollywood respecto a Europa, ejercer de sarcástico explorador protocolonialista (Río Abajo, 1984).

     Autor de una fascinante galería de personajes femeninos, en los últimos tiempos (a causa de la fatiga del productor/director), Borau ha saltado con éxito al campo de la literatura sin que eso nos haya sorprendido viniendo de quien, como un maestro sufí, nos enseña y enriquece desde la aparente posición del diletante.

 

Julio Pérez Perucha.

Junio,2004.

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