Laudatio de Margarita Lozano

POR JOHN SANDERSON

            Es un placer, un honor y un privilegio poder presentar esta laudatio para una gran actriz como es Margarita Lozano, que ha abordado una amplia gama de registros interpretativos y nos ha aportado la ilusión de realidad que componen algunos de sus muy complejos personajes, desde Ramona en Viridiana de Luis Buñuel o Tina en Los farsantes de Mario Camus hasta la madre en Sol de noche de los hermanos Taviani, pasando por Olvido en La mitad del cielo de Gutiérrez Aragón o Baptistine en El manantial de las colinas y La venganza de Manón de Claude Berri, entre otras memorables interpretaciones. Ha compuesto una variedad de papeles muy distintos entre sí, lo cual nos da buena muestra de su versatilidad, que se extiende a las nacionalidades de algunos directores mencionados, que da cuenta de los riesgos tomados por Margarita Lozano en su profesión cuando, por por poner un ejemplo, con una sólida trayectoria cinematográfica y teatral en España da el salto a Italia y llega a trabajar con Pier Paolo Pasolini en la fase álgida de su carrera.

            El presidente Julio Pérez Perucha se ha hartado de repetirme que este premio es de cine, principalmente porque lo concede la Asociación Española de Historiadores del Cine, pero a nivel personal los referentes más recientes que uno tiene de Margarita Lozano son teatrales. La he visto en La vida que te di, de Luigi Pirandello, en un estupendo papel al que ella restó importancia cuando se lo comenté a la salida de una función en Lorca. con una puesta en escena de Miguel Narros, el director teatral de su vida, que la ha dirigido en espectáculos como Fedra o Soledad de Miguel de Unamuno, La señorita Julia, Requiem por una mujer, etc. Y lo más reciente ha sido La casa de Bernarda Alba, bajo la dirección de Amelia Ochandiano, con una impresionante actuación tanto suya como del elenco de actrices que la acompañaban, que tuve ocasión de ver en Alicante, donde disfrutamos de su, hasta ahora, último regalo interpretativo de la misma manera que se pudo disfrutar en casi toda España, pero no en toda.

            Hablemos de cine. Algún tipo de sexto sentido debía de poseer Margarita Lozano para haber trabajado con grandes directores españoles en los estadios iniciales de sus carreras, cuando aún eran desconocidos. O quizás sea verdad que los talentos se atraen. Sólo así se podría explicar, por ejemplo, que coincidiera en la película Manicomio con Fernando Fernán Gómez en 1954 en lo que era el primer trabajo de él como director, y el segundo de ella como actriz cinematográfica. Y ese mismo año rodaba, además de Alta Costura de Luis Marquina, Un día perdido de José María Forqué (ya la cuarta película de ambos, director y actriz), en el que compartía reparto con las Caba Alba y Ana Mariscal entre otras glorias españolas. Y luego vuelve ella en el 1957 con Rapsodia de sangre bajo la dirección de nuestro otro homenajeado de hoy, Antonio Isasi Isasmendi, con quien repetiría dos años después en Diego Corrientes. Y hay que pararse obligatoriamente en 1961, donde paradójicamente, coincide su intervención en Teresa de Jesús de Juan de Orduña, con su interpretación de la memorable Ramona en la mítica Viridiana, de Luis Buñuel, junto a ese brillante reparto encabezado por Fernando Rey, Silvia Pinal y el sí muy reconocido en Murcia Francisco Rabal. En los años siguientes trabajaría para otros talentos nacionales como Jordi Grau, Mario Camus, Jaime Camino o Rovira Beleta, para dar el salto al spaghetti-western en 1964 de la mano de Sergio Leone en Por un puñado de dolares, a la que le sucederían otras intervenciones en películas del mismo corte, hasta que se produce en toda regla su salto a la cinematografía italiana con un papel protagonista, Blanca, en Diario de una esquizofrénica (1968) de Nelo Risi; Un bellísimo noviembre de Mauro Bolognini, con Gina Lollobrigida; y ese otro gran hito de su carrera cinematográfica, su Madame Klotz en Porcile, de Pier Paolo Pasolini, compartiendo reparto, entre otros, con Jean Pierre Leaud y Ugo Tognazzi, estela que continuaría dos años después en The Vacation, junto a Vanessa Redgrave y Franco Nero. ¿Qué actores españoles podían presentar esa experiencia actoral a finales de los 60?

            Margarita Lozano, actriz lorquina por herencia familiar, es una mujer que tomó sus propias decisiones desde muy temprana edad e hizo las cosas como ella quiso hacerlas. Abandonó Lorca siendo aún una adolescente para desarrollar una carrera artística en Madrid. Formó parte de vanguardistas proyectos teatrales y cinematográficos. En los escenarios principalmente con Miguel Narros, pero también con Luis Escobar o Ricardo Salvat, en una época en la que se ensayaba más que ahora (podrían estar tres o cuatro meses) para después hacer una única función, la del estreno, porque inmediatamente acudía el censor de turno escandalizado a echar el cierre. En cine, como ya hemos dicho, trabajó con directores en películas que ahora son de culto, pero que entonces eran proyectos que suponían un enorme esfuerzo para poner en pie, y nos dan muestra de la conciencia intelectual, profesional y política de nuestra homenajeada.

            Por cuestiones personales abandonaría la interpretación durante la década de los 70, pero volvería a las pantallas en 1982 nada menos que de la mano de los hermanos Taviani, en La noche de San Lorenzo, convirtiéndose en su musa de aquella década al participar en otras tres películas consecutivas suyas, como son Kaos (en el episodio El otro hijo), Good Morning Babilonia y una que no he tenido ocasión de ver, Night Sun, que sería algo así como Sol de noche. El cine español también puede alardear de su talento en esta segunda etapa, y Manuel Gutiérrez Aragón le da un estupendo papel secundario, el personaje de Olvido, en La mitad del cielo. Y los franceses también la quieren, incorporándola Claude Berri a aquel inolvidable díptico histórico que componen El manantial de las colinas y La venganza de Manón. Y trabaja con nuestro querido Juan Antonio Bardem haciendo de doña Vicenta, la madre de Lorca, en “Lorca, muerte de un poeta”, con Nanni Moretti en La misa ha terminado, y con Basilio Martín Patino en su última película, Octavia, siempre junto al talento y el riesgo.

            Yo he hablado esta semana por teléfono con dos profesionales, amigos míos, que han compartido experiencias actorales con ella. Ayer hablaba con María Galiana, que compartió escenario con su última experiencia teatral en La casa de Bernarda Alba, quien me dijo: “Margarita tiene la virtud de los de antes: la lealtad hacia los suyos, el compromiso ante la profesión. Es muy concienzuda y rigurosa, no perfeccionista, sino que lentamente trabaja hasta dar con la clave artística que busca. Porque es el arte, en todas sus manifestaciones, lo que la conmueve”.

            Y este martes pasado hablé con mi gran amigo José Pedro Carrión, que trabajó con Margarita bajo la dirección de Miguel Narros en Largo viaje hacia la noche. Al contarle que estaba preparando la laudatio para Margarita, José Pedro me dijo: “John, no te cortes con los halagos, es una mujer sencilla, pero es una de las grandes actrices, principalmente porque no se ha empantanado en lo convencional. Mi experiencia con ella, Closas y Narros es inolvidable”.

 

            Esta laudatio no hace justicia a todo lo que representa Margarita Lozano como actriz y como persona, pero espero que al menos sirva como preludio para la entrega del galardón de la Asociación Española de Historiadores del Cine le concede en reconocimiento a su labor.

 

John D. Sanderson

 

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